domingo, 29 de marzo de 2020

EL PAPEL VITAL DEL NACIONALISMO CONTRA EL NUEVO ORDEN MUNDIAL

El término Nuevo Orden Mundial  sostiene que: 

“Se trata del proceso de centralización del poder a escala global, operado por unos pocos que concentran la riqueza mundial –en una magnitud como nunca antes ocurrió en la civilización humana– aplicado a todos los ámbitos de la vida (político, económico-financiero, cultural-educativo, espiritual-religioso, psicosocial, etc.), y que se caracteriza por imponer una homogeneización que destruye las identidades e intereses de los grupos humanos y procura reducir o eliminar la soberanía de los estados nacionales, con la finalidad de imponer un gobierno mundial”.

Una definición más que contundente, que aporta muchísima luz a la hora de querer entender porque ocurre lo que ocurre en el mundo (guerras, invasiones, carreras armamentísticas, masacre de poblaciones, explotación de recursos naturales, pobreza extrema, degradación social, miseria, hambre). A su vez, el reconocido historiador norteamericano Carroll Quigley, en su libro ‘Tragedia y Esperanza’, libro considerado por algunos sectores norteamericanos como la “Biblia de la Globalización” afirma: 

“(…) El poder del capitalismo financiero tiene un objetivo trascendental, nada menos que crear un sistema de control financiero mundial en manos privadas capaz de dominar el sistema político de cada país y la economía del mundo como un todo”.

Y en otra parte de este revelador libro sostiene de manera contundente: 

“Este sistema ha estado controlado de un modo feudal por los Bancos Centrales del mundo actuando concertadamente y por acuerdos secretos, a los que se llegan en reuniones privadas y conferencias. Cada Banco Central buscó dominar a su Gobierno mediante la habilidad para controlar los préstamos al Tesoro del Estado, para manipular el mercado de cambios, en la determinación de la actividad económica del país y en influir sobre los políticos colaboracionistas mediante recompensas posteriores en el mundo de los negocios”.

Y tal como lo sostiene Carroll Quigley, el factor de control y el ejercicio del poder de la Plutocracia (plutos riqueza; kratos poder) lo constituye el Dinero, porque a través del ejercicio de la Usura y del endeudamiento permanente el Dinero se crea de la nada, monopolizando su regulación mediante los Bancos Centrales privados y los organismos multilaterales de crédito, brazos operativos del Nuevo Orden Mundial.

Por consiguiente, el mundo es regido hoy en día por una élite imperial-capitalista, un Régimen de Dominación que ha consolidado su poder sin lugar a dudas desde la finalización de la 2ª GM, y que luego de finalizada la denominada Guerra Fría (con la desintegración de la Unión Soviética allá por 1991) su despótico poder se ha centralizado aún más. En pleno siglo XXI, la Tiranía del Nuevo Orden Mundial no guarda ningún tipo de respeto en referencia a los DDHH de los pueblos, en referencia a la Democracia, al bienestar humano, o el resguardo del medio ambiente. 

Entonces, el Nacionalismo es una necesidad vital. Es que planteado desde el sentido común no puede existir jamás una Nación ni una Soberanía Nacional sin un Nacionalismo puesto en práctica desde lo político. Esto es algo que se comprueba del estudio de la mismísima Historia Universal, a pesar de aquellos que siempre tergiversan el concepto. Es a través del Nacionalismo que se puede reconquistar a las Naciones del Mundo, lamentablemente hoy en manos de una casta política corrupta y cipaya (en mayor o menor medida), siempre al servicio del Nuevo Orden Mundial.

Se desprende claramente que el Nacionalismo es la defensa de los objetivos e intereses de la Patria, pero de todos los intereses: Espirituales, culturales, físicos-mentales, políticos, económicos-financieros, sociales. No representa ninguna de las habituales etiquetas políticas, no es de derecha, de izquierda o centro. Tampoco es ‘oligárquico’, ‘conservador’, ‘populista’ o ‘nacional y popular’. Es directamente revolucionario por querer romper abiertamente con el actual Sistema plutocrático-capitalista (Poder Mundial del Dinero) y por ser el centinela de una Comunidad orgánica, sana y natural. Esta cosmovisión siempre se va a plasmar en una doctrina (o cuerpo de ideas rectoras) y se va a poner en práctica a través de un movimiento político de resuelto espíritu de lucha. De aquí la famosa expresión ‘unidad de concepción para la unidad de acción’.

Igualmente el problema en sí no está en ese imperialismo que avasalla la Soberanía y la Dignidad de los pueblos. El problema en sí se halla en los entregadores de turno que le han abierto las puertas (de una u otra forma) a la rapiña imperial-colonialista. Ejemplos hay de sobra a lo largo de nuestra historia y viendo nuestra actualidad. A los fines prácticos, la tradicional partidocracia  constituye una oligarquía nacional, tecnócrata del Poder Mundial del Dinero. Esconden sus miserias y su insoportable corrupción al amparo de los fueros parlamentarios y de la impunidad, que es lo que genera el mismísimo Sistema.

Una revolución nacionalista no se resuelve como algunos ingenuamente creen en el plano material y político exclusivamente. Pasa preferentemente por el espíritu de lucha que se tenga, por una fortaleza anímica indestructible que se posea. Y por supuesto, en la medida que uno se arme con la verdad y que sepa superar los diferentes confucionismos ideológicos propuestos por el Sistema. Confucionismos que adormece almas, que esclaviza sin que nos demos cuenta, que anestesia y que siempre busca rebajar al Pueblo a la categoría de ‘masa’.

Por eso, hoy más que nunca se hace indispensable como primera medida que los mexicanos reflexionemos a fondo, y sobre esa reflexión reconquistar un Alma y un Espíritu de lucha. Esta es y será siempre la condición previa para que se puedan asumir las responsabilidades, los sacrificios personales y la resistencia que a la larga impone la lucha política. Seamos leales a una estirpe, a una sangre derramada, a todos aquellos Arquetipos que nos legaron un Destino de grandeza. Seamos nobles de Cuerpo y Alma. Seamos libres de verdad.



Por una patria libre y soberana,
Por una estirpe guerrera y nacional-revolucionaria.
Generación Identitaria.

"In Lak'ech, Hala Ken"





miércoles, 18 de marzo de 2020

POLÍTICA, IDENTIDAD Y DIGNIDAD DEL SER HUMANO.

La política del siglo XX se organizó a lo largo de un espectro de izquierda a derecha definido por cuestiones económicas, la izquierda quería más igualdad y la derecha exigía mayor libertad. La política progresista se centró en los trabajadores, sus sindicatos y en los partidos socialdemócratas que buscaban mejores protecciones sociales y redistribución económica. La derecha, por el contrario, estaba principalmente interesada en reducir el tamaño del gobierno y promover el sector privado. En la segunda década del siglo XXI, aquel espectro parece estar cediendo  lugar en muchas regiones y ha pasado a definirse a través de la identidad y ya no a través de los procesos económicos

La izquierda ha dejado de prestar atención a la igualdad económica y se ha enfocado mejor  en promover los intereses de una amplia variedad de grupos percibidos como marginados o minorías: negros, inmigrantes, mujeres, hispanos, la comunidad LGBT, refugiados y similares. La derecha, mientras tanto, se está re definiendo como una colección de patriotas que buscan proteger la identidad nacional tradicional, Una identidad que a menudo está explícitamente relacionada con la raza, el origen étnico o la religión, 

Una larga tradición que se remonta al menos a Karl Marx quien ve las luchas políticas como un reflejo de los conflictos económicos, esencialmente como peleas sobre como "repartir el pastel". De hecho, esto es parte de la historia de la década de 2010, con la globalización dejando atrás a un número significativo de personas por el crecimiento desigual que se produjo en todo el mundo. Pero a pesar de la importancia del interés personal, los seres humanos están motivados por otras cosas también, motivos que explican mejor los eventos dispares del presente. Estos motivos dan lugar a lo que podría llamarse la política de resentimiento. Que es a grandes razgos que se han dado en una amplia variedad de casos, un líder político que  ha logrado movilizar seguidores en torno a la percepción de que la dignidad de un grupo ha sido ofendida, menospreciada o desatendida.

Este resentimiento genera demandas de reconocimiento público de la dignidad del grupo en cuestión. Un grupo humillado que busca la restitución de su dignidad tiene mucho más peso emocional que las personas que simplemente buscan su ventaja económica. Por ejemplo, el presidente ruso Vladimir Putin ha hablado sobre la tragedia del colapso de la ex Unión Soviética y cómo Europa y los Estados Unidos aprovecharon la debilidad de Rusia durante la década de 1990 para conducir a la OTAN hasta sus fronteras. El gobierno chino de Xi Jinping ha hablado en detalle sobre los "cien años de humillación" de China y cómo Estados Unidos, Japón y otros países intentaban evitar su regreso al estatus de gran poder que había disfrutado durante milenios de historia. 

El resentimiento ante las indignidades también es una fuerza poderosa en los países democráticos. En Estados Unidos, tiene desarrollos animados tan variados como el  Movimiento "Black Lives Matter" contra la brutalidad policial contra las personas de raza negra, la campaña #MeToo contra el acoso sexual y la agresión, y el fuerte apoyo de los votantes rurales a la candidatura presidencial de Donald Trump.

Todos estos son casos en los que un grupo, ya sea un gran poder como Rusia o China o un conjunto de ciudadanos en una democracia, cree que tiene una identidad que no recibe el reconocimiento adecuado, ya sea por el mundo exterior, en el caso de una nación, o por otros miembros de la misma
sociedad. Esas identidades pueden ser y son increíblemente variadas, basadas en la nación, religión, etnia, orientación sexual o género. Todas son manifestaciones de un fenómeno común, el de la política de identidad.

Los términos identidad y política de identidad son de procedencia bastante reciente, el primero fue popularizado por el psicólogo Erik Erikson durante la década de 1950, y este último solo se ve en el
política cultural de los años ochenta y noventa. La identidad tiene una gran cantidad de significados hoy, en algunos casos se refieren simplemente a categorías sociales o roles, en otros a información básica sobre uno mismo (como en "mi identidad fue robada"). Utilizado de esta manera, las identidades siempre han existido.

Aquí, sin embargo, estoy usando el término identidad en un sentido específico que nos ayuda a entender por qué es tan importante para la política contemporánea. En primer lugar, la identidad así entendida surge de una distinción entre el verdadero ser interno y un mundo externo de reglas y normas sociales que no reconocen adecuadamente el valor o la dignidad del yo interior. Las personas a lo largo de la historia humana se han encontrado en desacuerdo con sus sociedades, pero solo en los tiempos modernos se ha establecido la opinión de que el ser interno auténtico es intrínsecamente valioso, y la sociedad externa sistemáticamente equivocada e injusta en su valoración del primero. No es el yo interno que debe reformarse para cumplir con las reglas de la sociedad, si no la sociedad
en sí misma la que necesita cambiar.

El ser interno es la base de la dignidad humana, pero la naturaleza de esa dignidad es variable y ha cambiado con el tiempo. En muchas culturas primitivas, la dignidad se atribuía solo a unas pocas personas, a menudo guerreros dispuestos a arriesgar sus vidas en batalla. En otras sociedades, la dignidad es vista como un atributo de todos los seres humanos, basados ​​en su valor intrínseco como personas con consciencia. Y en otros casos, la dignidad se otorga sobre la base de la pertenencia en un grupo más grande de memoria y experiencia compartidas
.
Finalmente, el sentido interno de dignidad busca reconocimiento. No es suficiente que tenga un sentido de mi propio valor si otras personas no lo reconocen públicamente o, peor aún, si me denigran o no reconocen mi existencia. La autoestima surge de la estima mostrada por otros. Porque los seres humanos naturalmente anhelan el reconocimiento, el sentido moderno de identidad evoluciona rápidamente en políticas de identidad, en las cuales los individuos exigen el reconocimiento público de su valor. La política de identidad abarca así una gran parte de las luchas políticas del mundo contemporáneo, desde las revoluciones democráticas a los nuevos movimientos sociales, del nacionalismo a las políticas relativas al Islam en los campus  de las universidades estadounidenses contemporáneas. De hecho, Hegel argumentó que la lucha por el reconocimiento era el último impulsor de la historia humana, una fuerza que fue clave para comprender el surgimiento del mundo moderno.

Por la dignidad humana y el reconocimiento del individuo dentro de su sociedad.
Generación Identitaria.
"In Lak'ech, Hala Ken"